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912
Se realiza la repoblación de la cuenca del Duero. Algunos colonos llegan a la zona e implantan una Iglesia en honor a Santa Cecilia frente a la localidad de Valbuena de Duero, dentro del Alfoz de Peñafiel.
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1477
La finca junto con su núcleo de población fue disputada entre Peñafiel y el Monasterio de Valbuena durante más de tres siglos. Es en este año de 1477 cuando se alcanza un acuerdo entre los monjes y el concejo. Este último poseería la jurisdicción y el suelo (siembra de cereales), y los monjes dispondrían del vuelo (leña, caza y pastoreo).
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1577
En 1577 aparece, por primera vez, el nombre Vega de Sicilia para referirse a la finca.
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1864
Eloy Lecanda inicia la actividad vitivinícola profesionalizada en la bodega tras la adquisición de la finca 12 años antes por parte de su padre, Toribio, al Marqués de Valbuena.
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1882
Se terminan las instalaciones de elaboración, que hoy día son oficinas y naves de crianza. Eloy Lecanda recibe numerosos premios por los vinos elaborados en Vega Sicilia.
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1888
Debido a la escasa capacidad de Eloy como comerciante y administrador su economía se resiente y la propiedad pasa a manos de Pascual Herrero Bux quien la tendría durante menos de 10 años.
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1897
La propiedad es adjudicada en subasta a Antonio Herrero Vázquez, quien no tenía parentesco con el anterior dueño. A los pocos años la heredarían tres de sus ocho hijos (Luis, Félix e Ignacio) y posteriormente pasaría a manos de los hijos de Félix. Tres generaciones muy prósperas para el desarrollo de la finca, la bodega y los vinos.
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1907
Cosme Palacio, riojano arrendatario de la finca y bodega con los Herrero, trae a Txomin Garramiola para hacerse cargo de la elaboración de los vinos. Éstos servirían para paliar los daños producidos por la filoxera en la Rioja.
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1950
La empresa de semillas Prodes compra la finca a la familia Herrero. En esta etapa se crea la sociedad Bodegas Vega Sicilia S.A. y aparece otra de las figuras más relevantes de la historia de la bodega, Jesús Anadón.
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1965
La finca pasa a manos de Hans Neumann, venezolano de familia judeo-checa y afincado en Venezuela que, tras haber probado los vinos en Nueva York, decide comprar la bodega.
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1982
La familia Álvarez adquiere la bodega a los Neumann y comienza uno de los períodos de mayor prosperidad de la empresa en toda su historia.
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2014
Coincidiendo con el 150 aniversario, se terminan las actualizaciones más relevantes para viña y bodega.
El sueño hecho realidad
El camino de entrada a Vega Sicilia está flanqueado, a un lado, por su espléndido jardín japonés, en el que no faltan el bambú, las secuoyas o los arces que dan la bienvenida al visitante. Al otro lado vemos su sobria fachada principal de ladrillo visto, presidida por la portada de lo que en tiempos fue la capilla del núcleo de edificaciones que formaban parte de la finca.
Por la parte de atrás del edificio, nos adentramos en las entrañas de la bodega, una serie de edificios que albergan las diferentes zonas de producción.
En un primer término se presenta la nave de vinificación, donde descansan los depósitos de acero inoxidable, perfectamente alineados, y donde se elabora el Valbuena 5º año. En una segunda planta se encuentra el laboratorio y la sala de control, en los que, mediante cálculos informáticos, se controlan todos los procesos que intervienen en la elaboración de los vinos.
En el mismo edificio, pero separado por unas enormes puertas correderas, se abre una especie de frontispicio semicircular que aloja los 19 depósitos de roble en los que fermentarán los vinos destinados a Único.
Al abandonar la nave de vinificación, nos encontramos con el edificio de la tonelería, donde al mando del maestro tonelero, y con una maquinaria de última generación, se fabrican las barricas de roble americano que utiliza Vega Sicilia para la crianza de sus vinos. Adosadas al edificio de la tonelería se encuentran una serie de naves que albergan los elementos auxiliares: productos fitosanitarios, embalajes, maquinaria auxiliar... Componiendo un conjunto arquitectónico uniforme en el que el orden y la pulcritud son las líneas maestras.
A continuación se alza el botellero, un edificio climatizado con unas condiciones de temperatura y humedad idóneas para la permanencia del vino en botella. Aquí descansan los vinos una vez terminada su crianza en barrica hasta su puesta en el mercado.
Por último, en la planta baja del edificio
principal, se encuentran las salas de crianza. Más de 3.000 barricas duermen
plácidamente en el interior de unas naves diseñadas para que todo esté en calma
y perfecta armonía: suelos de mosaico de barro rojo que se prolongan por las
paredes laterales de la nave hasta enlazar con un techo ondulado de lamas de
madera, perfectamente ensambladas, que vienen a recordar el interior de una
monumental barrica; los elementos de climatización, así como los depósitos
auxiliares que se utilizan para los trasiegos, quedan ocultos tras puertas
correderas similares a los techos situadas en las cabeceras de las naves, a
modo de tapa de la simulada barrica; la iluminación oscila desde un cálido tono
dorado de ambiente, hasta la luz fría intensa proyectada desde el pie de las
columnas de granito que soportan las vigas de los techos, necesaria para
realizar los trabajos propios de la nave.
Los edificios descritos
están rodeados por viñedos y, al fondo de la finca, hasta su límite con el río Duero, por las plantaciones de robles, alcornoques y nogales que en un futuro
servirán de materia prima para los corchos y barricas que las nuevas
generaciones producirán.
Discretamente apartado, y en
medio de los jardines que presiden la fachada principal de la bodega, se
levanta el palacete de estilo neoclásico. Fue la antigua residencia de los propietarios
de la finca y hoy día se destina a recibir a visitas ilustres, comidas y actos
protocolarios.